lunes, 29 de abril de 2013

Los deberes




Cuando decimos «debe de hacer frío» estamos lanzando al aire una suposición, una mera posibilidad. Cuando quitamos el «de», expresamos una idea distinta y casi contraria: necesidad y obligación. Así, podríamos decir «debe hacer frío para practicar el curling». Nos referimos entonces a una condición forzosa. Digamos que el verbo «deber», sin la preposición «de», se vuelve mucho menos tolerante.

Por tanto, no tienen mucho sentido oraciones como «dentro del aula los alumnos deben de portarse mejor» o «debería de comprarse una moto para ir a trabajar». En esos casos sobra la «de» porque, al margen de que nos hagan caso o no, estamos manifestando que consideramos esas acciones como obligatorias.

La Academia, que más que una madre parece últimamente una abuela, nos permite en cambio suprimir el «de» de las suposiciones. Podríamos decir, por tanto, «debe tener unos setenta años». Aparte de que me parecen demasiados para andar jugando al curling, yo prefiero mantener la preposición y emplear cada cosa para lo que es. ¡Ay, qué consentiditos nos tienen! Por cierto, ¿alguien entiende algo de este juego estrafalario? Del curling, me refiero.

domingo, 14 de abril de 2013

Cuidado cuando haya bandas




Quizá en tu barrio todo sea de color de rosa, pero en el mío hay bandas. Son grupo de palabras que intentan causarte problemas y pueden llegar a ser muy peligrosas. Aunque, en realidad, se nutren del desconocimiento de la gente. En cuanto identificas a los cabecillas, dejan de ser una amenaza. Fue mi madre la que me ayudó a desenmascarar a la primera pandilla que me molestaba, cuando era apenas un niño. Me dijo aquello de «ahí hay un hombre que dice ¡ay!». Como si se tratara de pura magia, se esfumó todo el peligro. ¡Ay, sospecho que esa generación tenía menos recursos pero más ingenio! Nunca les agradeceremos bastante sus sencillas pero eficaces técnicas de defensa personal ortográfica.

En fin, hoy quería hacer lo mismo con la frase que te propongo arriba. Es por una banda de delincuentes del tres al cuarto. Discúlpame si nunca te han incordiado. Es solo por si acaso. El cabecilla es «halla», del verbo hallar. No hay que confundirlo con su chica, «aya», que suena igual pero se escribe completamente distinto. La chavala tiene pinta de nodriza o institutriz (es lo que significa su alias). Pero de eso nada. Aunque actúa poco, tiene su peligro. «Allá» es otro de los miembros, un adverbio de lugar quizá menos dañino. Más que nada porque se acentúa distinto. Aparte de que siempre se mantiene a lo lejos, como por libre y en segundo plano. Para terminar están los gemelos: «haya» y «haya». No te confundas aunque sean como dos gotas de agua: uno es un árbol y el otro sale del subjuntivo del verbo haber. Un problema de fachada, como se ve. En el fondo no son tan problemáticos...

lunes, 1 de abril de 2013

Diez razones para usar minúsculas




No es solo porque las mayúsculas resulten invasoras desde el punto de vista gráfico (en Internet equivalen a gritar y a la pérdida de los modales). Existen otros motivos lingüísticos de fondo que aconsejan elegir casi siempre la letra minúscula en lugar de la mayúscula. Agruparemos unos cuantos en estas "diez razones":

1. Las minúsculas son modernas. Lo cierto es que aparecieron en el alfabeto latino más tarde que las mayúsculas. Otros alfabetos, como el árabe o el hebreo, no distinguen entre mayúsculas y minúsculas. Estas últimas aparecieron ya en época tardorromana y se consolidan en época medieval con la minúscula carolina. Pero el uso sistemático de mayúsculas y minúsculas tal y como lo conocemos es ya renacentista.

2. Al castellano le gustan. Sí, este es un idioma muy amigo de las minúsculas. En inglés, por ejemplo, se usan mucho más las capitales. No digamos ya en alemán, idioma en el que todos los sustantivos se escriben con mayúscula.

3. En la duda, opta por la minúscula. Como recuerda la Academia, en nuestro idioma la mayúscula es la forma "marcada" y excepcional. Solo hay que usarla cuando esté indicado. En la duda, optaremos por la minúscula y casi nunca nos equivocaremos.

4. Son lo correcto en los tratamientos. La mayúscula debe reservarse para el nombre propio de la persona, pero los tratamientos deben ir en minúscula, por ser nombres comunes. Así, escribiremos don Fernando y no Don Fernando y, del mismo modo, monseñor Cañizares, general Prim, santa Teresa... En algunas abreviaturas sí se conserva la mayúscula tradicional.

5. Los nombres genéricos de accidentes geográficos también empiezan por minúscula. Así escribiremos mar Mediterráneo (y no Mar Mediterráneo), océano Pacífico, sierra de Gredos, río Amazonas. Ambos comienzan con minúscula cuando se unen un sustantivo genérico y un adjetivo: península ibérica, islas británicas. El otro extremo excepcional lo componen nombres propios geográficos que incorporan un sustantivo genérico como parte inherente: Picos de Europa, Sierra Nevada...

6. En los títulos de las obras de creación solo la primera va en mayúscula. El resto va en minúscula. Pero se escriben en letra cursiva para delimitar. Nos referimos a libros, discos, películas, cuadros, etc. Las partes de la obra (cuento, capítulo, canción, poema...) se expresan en redonda y entre comillas.

7. La mayúscula de relevancia es un error. Muchas veces abusamos de las mayúsculas para dar importancia a los temas de los que hablamos (nuestra ciencia, disciplina o especialidad, nuestra religión etc.). Supone emplear las mayúsculas con un tono "sacralizador" que no está justificado y sí condenado, en cuanto arbitrario, por la Academia.

8. Escribir solo en mayúsculas supone una pérdida de información. Y de tiempo, al menos para los maquetadores. Cuando, por ejemplo, escribimos todos los títulos y subtítulos completos de un escrito en mayúsculas estamos pensando muy poco en los posibles receptores de ese trabajo. Si para su publicación se requiere recuperar el uso de mayúsculas y minúsculas, alguien tendrá que reescribir todos esos textos "mayusculizados" (pasar, por contra, todo a mayúsculas es mucho más sencillo). Además, se generarán dudas acerca de qué palabras tenían mayúscula inicial. Un lío. Llevo 14 años trabajando como diseñador y si no decía esto reventaba...

9. Las minúsculas son más legibles. Se trata de un argumento gráfico, pero muy relevante. Todos los tipógrafos saben que las minúsculas, al contar con rasgos ascendentes y descendentes, se distinguen y leen mejor.

10.  Conviven muy bien con las mayúsculas. No se trata de suprimir las mayúsculas, sino de evitar abusos. Porque las mayúsculas tienen su función y deben usarse para los nombres propios de personas, instituciones, etc. Tampoco debemos suprimir las mayúsculas debidas a la puntuación, que tanto nos ayudan a leer y comprender. Es, por desgracia, una práctica común en redes sociales y chats. Este elogio de las minúsculas nada comparte con ese "minusculismo" total que a veces resulta maleducado y perezoso (máxime en un idioma que tan pocas mayúsculas exige).