lunes, 27 de mayo de 2013

Muerte de un punto




Parece mentira, después de tantos años de servicio. Pero no es cosa mía, ni siquiera de la Academia. En este caso son los organismos internacionales los que han cortado por lo sano. Es que en muchos países se utiliza el punto para los decimales y se generaban confusiones.

(Lo que no sé es por qué tanto interés para entenderse en lo que a cifras se refiere y tan poco en todo lo demás, sean ideas, conceptos... ¿Será porque el dinerete se mide con números? Bah, no creo. Es que soy un malpensado. Perdón por el paréntesis.)

¿Cómo queda entonces el asunto? Muy sencillo: para los decimales se pueden usar indistintamente el punto o la coma. Pero nunca el apóstrofo (esa comita que se sitúa por arriba). Para números de más de cuatro cifras se puede emplear un pequeño espacio separador de millares. Si el espacio normal te parece excesivo puedes probar con el llamado "espacio fino" (Alt+08201 en Windows).

Conviene aclarar que nunca han llevado punto (y tampoco ahora espacio) algunos números que no expresan tanto una cantidad como la posición dentro una serie. En concreto, nunca se separan los millares en los años, números de páginas, códigos postales o números de artículos y leyes.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La banda de los porqueros (y II)




Para terminar con la banda tenemos que identificar a los dos hermanitos pequeños. Los que no llevan tilde, vaya. Diría que son más peligrosos que los mayores...

«Porque» sirve para introducir las respuestas. Los profes lo llaman «conjunción causal»: «Prefiere adoptar el papel de villano porque es más efectivo». Un truco para reconocer esta función es que se puede sustituir por «ya que». A veces suena un tanto «ortopédico», pero el sentido se conserva. En todos esos casos, «porque» juntito.

«Por que», su hermano separado, a veces funciona como relativo. Para identificar este uso conviene comprobar si «que» puede sustituirse por otro relativo, como «el cual» (con sus femeninos y plurales). Prueba con esta oración: «La verdadera razón por que quieres quedarte es Miguel».

«Por que» también se emplea en diversas construcciones con verbos, sustantivos y adjetivos que exigen la preposición «por» a la que se añade la conjunción subordinante "que". Ahí va un ejemplo de cada caso: «No te indignes por que te mire así». «Manifestó su interés por que se reúna la comisión». «Nos miraban ansiosos por que compráramos». A veces cuesta identificar este caso. Creo que lo mejor es regresar a la prueba del «ya que»: aquí no funciona. Resuelto por eliminación, ¿no?

Hay un caso rarito en el que los hermanos se intercambian plenamente. Consiste en la equivalencia con «para que». Pero no hay peligro, porque entonces los polis de la Academia se hacen los suecos y nos dejan escribirlo de las dos maneras: «Hará lo posible por que se cure» o «... porque se cure».

Esto es la calle y hay que defenderse. Pero ya hemos terminado con esta banda. Tanto nos asustaba y, al final, se ha quedado en nada. Suele pasar.

lunes, 6 de mayo de 2013

La banda de los porqueros (I)




Esta es una banda peligrosa de verdad. Son cuatro hermanos que se parecen muchísimo. Aunque basta con identificarlos para perderles casi todo el miedo. Siempre pasa lo mismo. Si es que uno por uno son chavales majetes. Pero cuando se juntan y confunden...

«Por qué» es el cabecilla, que va separado y lleva tilde. Sirve para introducir preguntas. El caso es que juega bastante al despiste. Porque no siempre va entre interrogantes. Y también puede pasar que vaya otro porquero en una pregunta. Fijaos en la diferencia en las dos cuestiones que concateno a continuación: «¿Por qué tengo que hacerlo? ¿Porque tú lo digas?».

Cuando indagamos la causa de algo con sus interrogaciones y todo, el caso está bien claro: «¿Por qué has venido tan temprano?». Pero podemos formular la pregunta de manera indirecta: «Me gustaría saber por qué ha venido tan temprano». O incluso expresar la duda de manera más sibilina: «Ignoro por qué ha venido tan temprano». En cualquier caso, «por qué» se distingue por la pronunciación de las formas sin tilde, pues se pronuncia «porké» y no «pórke». Y el otro porquero con tilde va de tranqui y se le distingue a lo lejos, como veremos a continuación.

«Porqué» es un sustantivo. Un nombre que equivale a «la razón», «la causa» o «el motivo». Podemos decir: «no logro entender el porqué de sus actos». ¿A que este ya no te da susto? La próxima semana hablaremos de los hermanitos que faltan...

lunes, 29 de abril de 2013

Los deberes




Cuando decimos «debe de hacer frío» estamos lanzando al aire una suposición, una mera posibilidad. Cuando quitamos el «de», expresamos una idea distinta y casi contraria: necesidad y obligación. Así, podríamos decir «debe hacer frío para practicar el curling». Nos referimos entonces a una condición forzosa. Digamos que el verbo «deber», sin la preposición «de», se vuelve mucho menos tolerante.

Por tanto, no tienen mucho sentido oraciones como «dentro del aula los alumnos deben de portarse mejor» o «debería de comprarse una moto para ir a trabajar». En esos casos sobra la «de» porque, al margen de que nos hagan caso o no, estamos manifestando que consideramos esas acciones como obligatorias.

La Academia, que más que una madre parece últimamente una abuela, nos permite en cambio suprimir el «de» de las suposiciones. Podríamos decir, por tanto, «debe tener unos setenta años». Aparte de que me parecen demasiados para andar jugando al curling, yo prefiero mantener la preposición y emplear cada cosa para lo que es. ¡Ay, qué consentiditos nos tienen! Por cierto, ¿alguien entiende algo de este juego estrafalario? Del curling, me refiero.

domingo, 14 de abril de 2013

Cuidado cuando haya bandas




Quizá en tu barrio todo sea de color de rosa, pero en el mío hay bandas. Son grupo de palabras que intentan causarte problemas y pueden llegar a ser muy peligrosas. Aunque, en realidad, se nutren del desconocimiento de la gente. En cuanto identificas a los cabecillas, dejan de ser una amenaza. Fue mi madre la que me ayudó a desenmascarar a la primera pandilla que me molestaba, cuando era apenas un niño. Me dijo aquello de «ahí hay un hombre que dice ¡ay!». Como si se tratara de pura magia, se esfumó todo el peligro. ¡Ay, sospecho que esa generación tenía menos recursos pero más ingenio! Nunca les agradeceremos bastante sus sencillas pero eficaces técnicas de defensa personal ortográfica.

En fin, hoy quería hacer lo mismo con la frase que te propongo arriba. Es por una banda de delincuentes del tres al cuarto. Discúlpame si nunca te han incordiado. Es solo por si acaso. El cabecilla es «halla», del verbo hallar. No hay que confundirlo con su chica, «aya», que suena igual pero se escribe completamente distinto. La chavala tiene pinta de nodriza o institutriz (es lo que significa su alias). Pero de eso nada. Aunque actúa poco, tiene su peligro. «Allá» es otro de los miembros, un adverbio de lugar quizá menos dañino. Más que nada porque se acentúa distinto. Aparte de que siempre se mantiene a lo lejos, como por libre y en segundo plano. Para terminar están los gemelos: «haya» y «haya». No te confundas aunque sean como dos gotas de agua: uno es un árbol y el otro sale del subjuntivo del verbo haber. Un problema de fachada, como se ve. En el fondo no son tan problemáticos...

lunes, 1 de abril de 2013

Diez razones para usar minúsculas




No es solo porque las mayúsculas resulten invasoras desde el punto de vista gráfico (en Internet equivalen a gritar y a la pérdida de los modales). Existen otros motivos lingüísticos de fondo que aconsejan elegir casi siempre la letra minúscula en lugar de la mayúscula. Agruparemos unos cuantos en estas "diez razones":

1. Las minúsculas son modernas. Lo cierto es que aparecieron en el alfabeto latino más tarde que las mayúsculas. Otros alfabetos, como el árabe o el hebreo, no distinguen entre mayúsculas y minúsculas. Estas últimas aparecieron ya en época tardorromana y se consolidan en época medieval con la minúscula carolina. Pero el uso sistemático de mayúsculas y minúsculas tal y como lo conocemos es ya renacentista.

2. Al castellano le gustan. Sí, este es un idioma muy amigo de las minúsculas. En inglés, por ejemplo, se usan mucho más las capitales. No digamos ya en alemán, idioma en el que todos los sustantivos se escriben con mayúscula.

3. En la duda, opta por la minúscula. Como recuerda la Academia, en nuestro idioma la mayúscula es la forma "marcada" y excepcional. Solo hay que usarla cuando esté indicado. En la duda, optaremos por la minúscula y casi nunca nos equivocaremos.

4. Son lo correcto en los tratamientos. La mayúscula debe reservarse para el nombre propio de la persona, pero los tratamientos deben ir en minúscula, por ser nombres comunes. Así, escribiremos don Fernando y no Don Fernando y, del mismo modo, monseñor Cañizares, general Prim, santa Teresa... En algunas abreviaturas sí se conserva la mayúscula tradicional.

5. Los nombres genéricos de accidentes geográficos también empiezan por minúscula. Así escribiremos mar Mediterráneo (y no Mar Mediterráneo), océano Pacífico, sierra de Gredos, río Amazonas. Ambos comienzan con minúscula cuando se unen un sustantivo genérico y un adjetivo: península ibérica, islas británicas. El otro extremo excepcional lo componen nombres propios geográficos que incorporan un sustantivo genérico como parte inherente: Picos de Europa, Sierra Nevada...

6. En los títulos de las obras de creación solo la primera va en mayúscula. El resto va en minúscula. Pero se escriben en letra cursiva para delimitar. Nos referimos a libros, discos, películas, cuadros, etc. Las partes de la obra (cuento, capítulo, canción, poema...) se expresan en redonda y entre comillas.

7. La mayúscula de relevancia es un error. Muchas veces abusamos de las mayúsculas para dar importancia a los temas de los que hablamos (nuestra ciencia, disciplina o especialidad, nuestra religión etc.). Supone emplear las mayúsculas con un tono "sacralizador" que no está justificado y sí condenado, en cuanto arbitrario, por la Academia.

8. Escribir solo en mayúsculas supone una pérdida de información. Y de tiempo, al menos para los maquetadores. Cuando, por ejemplo, escribimos todos los títulos y subtítulos completos de un escrito en mayúsculas estamos pensando muy poco en los posibles receptores de ese trabajo. Si para su publicación se requiere recuperar el uso de mayúsculas y minúsculas, alguien tendrá que reescribir todos esos textos "mayusculizados" (pasar, por contra, todo a mayúsculas es mucho más sencillo). Además, se generarán dudas acerca de qué palabras tenían mayúscula inicial. Un lío. Llevo 14 años trabajando como diseñador y si no decía esto reventaba...

9. Las minúsculas son más legibles. Se trata de un argumento gráfico, pero muy relevante. Todos los tipógrafos saben que las minúsculas, al contar con rasgos ascendentes y descendentes, se distinguen y leen mejor.

10.  Conviven muy bien con las mayúsculas. No se trata de suprimir las mayúsculas, sino de evitar abusos. Porque las mayúsculas tienen su función y deben usarse para los nombres propios de personas, instituciones, etc. Tampoco debemos suprimir las mayúsculas debidas a la puntuación, que tanto nos ayudan a leer y comprender. Es, por desgracia, una práctica común en redes sociales y chats. Este elogio de las minúsculas nada comparte con ese "minusculismo" total que a veces resulta maleducado y perezoso (máxime en un idioma que tan pocas mayúsculas exige).

lunes, 25 de marzo de 2013

Dejadme solo



O sea, tía, me parece superfuerte que no se dé cuenta del ridículo que hace. Sí, tía, me refiero a «solo» y esa maldita tilde que se pone a veces para salir. Se creerá que va divino de la muerte. O sea, ya le vale con lo de que cuando va de adverbio se la pone y cuando viene con nosotras en plan adjetivo no. Tía, se cree lo más y está fuera de onda. No es «cool» para nada. A ver, lo ha dicho hasta la Real Academia de la Moda, que son superideales. ¿Saes?, ellos no te obligan porque es un concepto supernuevo, pero han dicho superclaro que se puede quitar la tilde incluso cuando haya confusión. Y las explicaciones molan mogollón. Que solo les falta decirle al «solo» que a dónde va con esa tilde. Porque llevaba así un montón de años, tía. Es que me dan arcadas y todo, o sea, te lo juro. Que ya sabes que yo soy muy de la Academia. Porque han dicho que aunque equivalga a «solamente» que esa tilde noooo, por favor, que no le pega ni con cola. Que también el pobre «seguro» y otras muchas palabras a veces son adverbios (cuando dices «nos veremos seguro en Sierra Nevada») y otras adjetivos (como el anuncio ese de «me siento seguro»). Y no por que equivalga a «seguramente» escribimos «segúro», que solo por ver esa tilde se me revuelven las tripas, tía.

NOTA 1. La Real Academia no ha prohibido acentuar el «solo» que funciona como adverbio y que equivale a «solamente». Pero, en la última Ortografía (2010) ha permitido que no se tilde incluso en casos de posible confusión (que deberíamos evitar por otros medios). En realidad, si se leen con atención los motivos expuestos, parece que casi se aconseja la supresión de dicha tilde. Lo mismo sucede con los demostrativos (hasta ahora no los acentuábamos cuando eran determinantes pero sí cuando funcionaban como pronombres).
La Academia aduce dos razones de peso para la eliminación. La primera es la comparación con palabras similares que no acentuamos gráficamente. Ofrecen como ejemplo el citado «seguro» y los indefinidos (muchos, algunos, pocos...) que también pueden ser determinantes o pronombres y no por ello los distinguimos con tildes. El otro motivo es todavía más profundo y complejo, pues afecta al propio concepto de «tilde diacrítica». Llamamos así a las tildes que no responden a las normas generales (como estas que estamos comentando) y que usamos para distinguir palabras de igual forma. Pero la Ortografía señala que solo está justificado cuando una es átona y la otra tónica. Sería largo afrontar ahora este tema, pero podemos fijarnos para entenderlo en la diferentísima pronunciación de «te quiero» y «té quiero» (referido a la infusión). Ambas son monosílabos y no deberían llevar tilde. Pero, aparte de que nos sirve para distinguirlas, ¿verdad que se pronuncian muy distinto?

NOTA 2. Perdón por el rollo de la nota. Es justo lo que quería evitar en este blog. Pero no podía dejar este tema tan importante en manos de una pija redomada. Volveremos sobre el apasionante tema de la tilde diacrítica. Lo de acentuar o no los «solo» que equivalen a «solamente» es decisión tuya. Es verdad que la tradición nos pesa a algunos. Pero creo que la tendencia es hacia la desaparición de esa tilde y, además, es más cómodo. Lo que sí se antoja esencial es la coherencia dentro de un mismo texto, para no enloquecer al lector.

lunes, 18 de marzo de 2013

En el verbo está la virtud



Los infinitivos somos necesarios. Sí. Pero también muy abstractos. Lo reconozco. Parecemos ratones de biblioteca: muy teóricos y poco prácticos. ¿No has conocido a nadie así? Cuando alguien nos utiliza y dice "cantar" o "querer", en realidad no se sabe quién canta ni cuándo se ha querido o querrá. Somos solo la idea de cantar, amar o reír. Casi un nombre. Por eso resultamos insuficientes para construir una oración con significado completo. Necesitamos un verbo conjugado: "QUISIERA recordar...", "amar ES bueno"...

Lo cierto es que tengo bastante envidia de las formas flexionadas, capaces por ellas mismas de expresar una acción y casi contar una historia: "volvería", "hemos llorado", "triunfaréis"... ¡Qué maravillosa capacidad de evocar! Son las amigas perfectas de quien ama el idioma y pretende decir mucho con poco. Pero nosotros, los infinitivos, debemos conformarnos con la amistad de los políticos y toda esa gentecilla que prefiere hablar mucho para no decir nada. Porque sospecho que a algunos no les interesa en absoluto aclarar ni quién ni cuándo. Aunque de cosas tan feas prefiero no hablar...  

lunes, 11 de marzo de 2013

Lo que la ortografía ha unido...




... que no lo separe nadie. Claro, es que los signos de puntuación no podemos vivir sin estar unidos a una palabra. Por favor, no nos dejes nunca solos y rodeados por todas partes de espacio en blanco. Casi siempre estamos pegados a la palabra anterior, pero cuando se trata de signos de apertura (paréntesis, comillas, rayas, interrogaciones y exclamaciones) nos fusionamos a la palabra siguiente. Los correspondientes de cierre, así como los puntos, comas, puntos y comas y dos puntos, siempre se pegan al vocablo precedente. ¡Es fácil! Por favor, no nos dejes desubicados, solos y tristes.

NOTA.- Solo sabemos de un signo de puntuación que no se adhiere a palabra alguna. Se trata precisamente de los puntos suspensivos que abren el párrafo anterior. Responden a un tipo que podríamos llamar "de apertura". No tienen nada antes y van separados por un espacio de la palabra posterior. En fin, un caso raro de soledad pensativa. Quizá estén unidos a una idea que ya no vemos porque quedó atrapada en una especie de limbo... 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Un punto importante




Olvida tu timidez y mírame despacio, de arriba abajo. Recorre mis curvas, tan sugerentes y llenas de misterio. Así somos las exclamaciones de cierre. Pero quiero que te fijes ahora a la altura de mis pies. ¿Ves ese punto negro, tan redondo y bonito? Me fastidia que muchos piensen que es solo decorativo. No, ¡es un punto de verdad y con todas sus consecuencias! De hecho, salvo que pongas una coma para romper, después de mí hay que empezar siempre con mayúscula. Incluso sirve como punto y aparte o punto final. ¿No te parece precioso terminar con una pregunta?

En fin, que no me añadas un punto. Porque no me hace falta. Solo en contadísimas ocasiones, pero siempre con comillas o paréntesis de por medio. Jamás pegado al punto que ya llevo. Ah, lo mismo le sucede a mi amigo el signo de exclamación. No desprecies su punto con añadidos innecesarios. ¡Mira que a veces no tiene buen carácter!

lunes, 25 de febrero de 2013

Hazlo por ti (siempre sin tilde)



Soy «ti», una palabra chiquitina pero muy generosa, tierna y romántica. Pero, al ser un monosílabo, nunca llevo tilde. Ya sé que mi hermano «mi» a ratos la usa. Es que él a veces actúa como adjetivo posesivo («mi perro») y otras como pronombre («dámelo a mí»). En el segundo caso lleva una de esas tildes de las que sirven para distinguir (diacríticas las llaman los profes). Por no hablar de los días en los que se despierta cantarín y equivale a una nota musical («lo tocaremos en mi»). Todavía es peor lo de «si», mi hermano pequeño, pues tiene hasta cuatro disfraces. Si es nota musical o conjunción condicional no lleva acento ortográfico. Cuando es adverbio de afirmación o pronombre, (nunca mejor dicho).  Mi caso es distinto, ya que no soy tan esquizofrénica y siempre funciono como pronombre (no se dice «ti perro» ni «ti diadema»). Al no poder confundirme con nada, no hay que ponerme tilde jamás. Gracias por acordarte, porque estoy más guapa con mi puntito y esa rayita me sienta fatal.

Presentación


No soy profesor de lengua ni catedrático de literatura. Solo un usuario más de este precioso idioma, un simple amante de las palabras, como tantos otros. Pero llevo casi catorce años trabajando en editoriales. He visto de cerca la titánica labor de los correctores y he comprobado cuáles son los errores que cometen con más frecuencia incluso los profesionales de las letras. Porque la máxima principal, en la escritura como en lo demás, es que todos nos equivocamos. Claro que esto supone otra realidad maravillosa: también todos nos podemos ayudar.

Creo, en efecto, que el cuidado del idioma es una gran tarea diaria y común. Que cada cual tiene un trocito de responsabilidad en ese objetivo de conservar la lengua impoluta. No por capricho o perfeccionismo, sino para conseguir poco a poco una comunicación escrita más limpia y eficaz, más cuidadosa y cortés. Más tierna incluso.

Intentaré evitar las parrafadas extensas y los comentarios académicos. Quizá por deformación profesional —soy diseñador gráfico— prefiero otros recursos para transmitir y fijar ideas. Emplearé textos breves, imágenes y medios gráficos o vídeos para confeccionar este blog. Espero que así mi pequeña aportación pueda también moverse mejor en el laberinto de Internet y de las redes sociales. Pero no busco el éxito. Sólo enseñar un poquito y aprender muchísimo más.

Hace algunos años tuve la muy sorprendente ocasión de señalar un error semántico, por medio de mi jefe, a Miguel Delibes. No lo digo como demérito del fallecido pero inmortal autor, pues se trataba de la redición de unos cuentos juveniles que quizá nadie había revisado en mucho tiempo. Tampoco para jactarme, pues cualquiera podría haberse percatado (y también pasarlo por alto). Solo lo saco a colación porque su respuesta, por sencilla, lo engrandece sobremanera: "Si está mal, cambiadlo". Me consta que otros, de menos talla, hubieran preferido justificarse. Ojalá aprendamos todos de la humildad de don Miguel.